Hoy, 8 de marzo del 2011, celebramos 100 años de conmemoración del Día Internacional de la Mujer. Esta fecha, tradicionalmente ha sido motivo de celebración en todo el país a través de las organizaciones de mujeres, el INAMU, las Oficinas Municipales de la Mujer (OFIM) y diversas instituciones públicas y privadas.
Celebración.
Y es que hoy más que nunca, las mujeres costarricenses debemos celebrar el reconocimiento de nuestros derechos como humanas. Basta pensar en los logros alcanzados a nivel político, social y económico para reconocer que el avance ha sido amplio.
Ejemplo de ello, es que Costa Rica es actualmente uno de los países con mayor participación femenina en cargos políticos y goza hoy de tener a la primera mujer presidenta en su historia, doña Laura Chinchilla Miranda.
Sin embargo, este hecho también debe hacernos reflexionar: en los albores de la celebración del bicentenario de nuestra vida democrática, libre e independiente, es la primera vez que una mujer asume la presidencia de la República.
Para no olvidar.
Entonces, el 8 de marzo es también una fecha para recordar; y más que recordar, para no olvidar.
El día internacional de la mujer, comenzó a conmemorarse en 1911 a raíz de la muerte de cientos de mujeres trabajadoras de una fábrica textilera en New York, quienes se manifestaban para reclamar mejores condiciones de trabajo y reducción de la jornada laboral.
Podemos decir entonces, que cada 8 de marzo No olvidamos a estas mujeres ni a tantas otras, quienes con sus luchas e incluso sus vidas, hoy nos permiten ser ciudadanas libres, sujetas de derecho y auto determinantes de nuestro propio destino.
No debemos olvidar tampoco, que pese a los avances realizados en materia de Derechos Humanos, las mujeres seguimos siendo víctimas de violencia y acoso sexual, continuámos ganamos menos salario respecto a los hombres por idéntico trabajo realizado, y continuamos siendo las más pobres y vulnerables de la sociedad.
Es decir, las brechas en razón del género continúan y existe una suerte de violencia sistemática, generalizada, e incluso tolerada, producto de la estructura patriarcal que sustenta nuestra sociedad.
No en vano, el movimiento amplio de mujeres en América Latina (y el mundo entero), ha gestado profundas luchas que, un siglo después, continúan desarrollándose.
Un informe del Poder Judicial para el año 2010, señala que 52 mujeres fueron asesinadas durante ese período; de las cuales 10 casos fueron femicidios y 19 más fueron casos relacionados con la condición de género.
Por otro lado, las investigaciones publicadas en medios de comunicación hace algunas semanas, muestran el difícil camino que enfrentan muchas mujeres para lograr que los padres de sus hijos e hijas asuman las obligaciones correspondientes y aporten para la manutención de los menores; y ni qué decir del ejercicio irresponsable de la paternidad.
Construyendo la equidad.
Hoy más que nunca, debemos trabajar por un país con iguales condiciones y oportunidades para las mujeres.
Las instituciones públicas y la empresa privada tienen la suprema responsabilidad de trabajar en la consecución de este objetivo, garantizando iguales condiciones de empleo, salud, educación, seguridad y desarrollo para todas las personas.
Además, nosotras (os), las y los funcionarios públicos como seres humanos insertos en una sociedad patriarcal, debemos revisar nuestros propios conceptos y prejuicios, para lograr entender el verdadero significado de la equidad de género, y realmente trabajar en la construcción de una sociedad justa y equilibrada; en donde todas las personas poseamos las mismas oportunidades de desarrollo y bienestar.
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