La semana pasada conmemoramos 64 años del acceso de las mujeres al voto en Costa Rica, una lucha que comenzó en 1890 cuando el entonces Presidente José Joaquín Rodríguez planteó por primera vez la necesidad de aprobar el voto femenino en su discurso sobre reformas electorales, y que se concretó hasta el 30 de julio de 1950 cuando las mujeres votaron por primera vez en un plebiscito.
Curiosamente, el periódico La Prensa Libre publicó la lista de los 10
Diputados más productivos donde tuve el honor de ocupar el tercer lugar del
ranking, así como la lista de los 10 Diputados menos productivos.
En este sentido, nos asombró el editorial publicado por el mismo medio el lunes 29 de julio y titulado “¿Qué les pasó a las Diputadas?”, puesto que se realiza un cuestionamiento directo a los mecanismos para la participación política de las mujeres.
Realiza además, una valoración negativa del desempeño de las Legisladoras basado en el informe del Departamento de Servicios Parlamentarios de la Asamblea Legislativa, llegando incluso a culpabilizarlas por el espacio que puedan tener otras mujeres en el futuro.
Al respecto, quisiera hacer algunas aclaraciones. En primer lugar ¿por qué es una “gran decepción” que en el rankig de diputados menos productivos 6 fueran mujeres?, ¿sería menos decepcionante si la mayoría fuesen hombres?.
Según este enfoque, ¿debemos esperar menos capacidad de los compañeros pero mayor capacidad de las compañeras, o es que las mujeres tenemos que demostrar siempre nuestro trabajo? En este caso, sería una de las mentiras que el Patriarcado nos ha impuesto: a las mujeres se les demanda más por igual trabajo realizado y deben “demostrar que se ganaron el espacio.” Me pregunto si ¿alguna vez los hombres han tenido que demostrar que se ganaron el espacio y el salario?
Por otro lado, se presume que el hecho de que sea una mayoría de mujeres quienes están en el ranking de los Diputados “menos productivos” se debe a la poca capacidad de trabajo, de propuestas o de luchas de las Señoras Diputadas. Cosa que se vuelve risible cuando analizamos el perfil político de muchas de las legisladoras mencionadas en la lista, y sobre todo cuando conocemos su compromiso y luchas.
Proponer una cantidad “x” de proyectos no es sinónimo de un buen o mal desempeño legislativo, es tan solo uno de los factores que como Diputados y Diputadas desarrollamos, pero habría que considerar también la incidencia política, la negociación, la defensa de aquellos proyectos en los cuales creemos, y en eso las mujeres sobresalimos sustancialmente.
Como Diputada, no me interesa firmar un proyecto de ley y dar entrevistas para elevar perfil público o recibir los aplausos, me interesa el mayor beneficio para mi país, para las comunidades que represento, para las y los costarricenses que confiaron en mí a través de su voto; y estoy segura que muchas compañeras legisladoras piensan igual. Por eso muchas veces nuestro trabajo es silencioso pero estratégico.
Ahora bien, respecto a los mecanismos de paridad y alternancia que buscan garantizar una efectiva y real participación política de las mujeres. Debe aclararse que son acciones afirmativas que buscan equilibrar el acceso a los cargos de elección popular, de manera tal que toda la población (y no solo la mitad como lo demuestra la historia) se vea representada en estos espacios.
Es decir, que sin estos mecanismos posiblemente las mujeres continuaríamos marginadas de la vida política de nuestro país. Y para muestra un botón: ¿cuántos partidos políticos están colocando mujeres para encabezar las listas de Diputaciones?.
No se trata por lo tanto de preguntarnos “¿qué les pasó a las diputadas?.” Lo que debemos preguntarnos realmente es ¿qué le pasa a nuestra sociedad?, ¿seguimos como sociedad valorando las cosas desde una visión machista y misógina?
De ser así, mucho tenemos aún por revisar y cambiar. El inicio es la propia sensibilización.
**Aquí el enlace al Editorial mencionado.